“Una reforma laboral entre tensiones, sin dialogo y una sociedad que sigue esperando”
El que madruga Dios lo ayuda dicen por ahí… no solo he madrugado, sino que no he podido conciliar el sueño.
En ese estado comienza mi mañana de domingo, intentando acomodar mis controvertidos pensamientos culpables de mi falta de descanso.
Decido entonces escribir y me sumerjo en el recital de anoche en el Imperio, donde una multitud escuchábamos a Miguel Mateos a 40 años de “Rockas Vivas” en su gira retrospectiva 1981.1985 al mismo tiempo que nos transportábamos a aquella ilusión de jóvenes donde, sintiendo sus canciones, “ cuando seas grande”, “tira para arriba”, “perdiendo el control”, “llámame si me necesitas”, “si tuviéramos alas”, “huevos en la cocina hace falta huevos” y “mundo feliz”, entre muchas otras, creíamos posible una Argentina mejor.
De repente y sin aviso (así como aparecen las sensaciones que se guardan por preservación) viene a mi mente la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional, y desde ese pensamiento, metiéndose en mi mundo interior, me interpela el artículo escrito por el Padre Carlos Juncos en el año 2011 sobre el dialogo como herramienta social que generosamente me fuera compartido a modo de conclusión de la reunión del Foro de Derecho del Trabajo llevada a cabo el pasado jueves con motivo del análisis de esa reforma.
Y mis pensamientos me llevan a mi pasado, a aquella niña “maestra” de barrios carenciados que, con tan solo 6 años, desde su inocencia, creía que la igualdad cultural era posible viendo a sus padres luchar por una Argentina igualitaria y una sociedad comprometida, dejándolo todo en la esperanza y convicción de un mundo mejor.
Despierto entre sueños y sensaciones encontrando en mi celular el esperado mensaje dominical de Sergio Sinay, esta vez, titulado “Tiempo de tránsfugas” publicado en el diario perfil de hoy.
Así, buscando los hilos invisibles del sentido que expliquen todos estos pensamientos y sensaciones que parecieran no tener punto de encuentro, sigo escribiendo estas líneas.
Un recital en el Imperio, una nota de opinión en Perfil, una reforma laboral ¿en debate?, un mensaje espiritual, cada uno pareciendo habitar un universo distinto: la música, la política, el pensamiento, la fe. Pero cuando uno se detiene y deja que el alma vibre —no solo la mente—, esos fenómenos dispersos se tocan, se reconocen y se funden en un mismo tejido invisible.
Anoche, cuando Miguel Mateos cantó sobre aquella Argentina de los 80, del despertar democrático, volvió a sonar esa mezcla de rebeldía y esperanza. Sus letras, escritas en tiempos donde la libertad era una conquista frágil, vuelven hoy a recordarnos que el país se repite en sus búsquedas: dignidad, trabajo, justicia, empatía. Y que las canciones, a veces, entienden más de nosotros que los discursos vacíos de ideas compatibles a estos tiempos.
En esa misma noche, el Gobierno Nacional avanza sobre una reforma laboral olvidando que no se trata solo de un tema jurídico, ese es, tal vez, el menor de los aspectos, se trata de una radiografía del alma colectiva. Habla de cuánto valoramos el esfuerzo, de cuánto cuidamos al que trabaja, y de cómo equilibramos el progreso con la protección. Allí, el eco de aquellas canciones se mezcla con la pregunta social que nunca se apaga: ¿quién cuida al que sostiene el país desde su tarea cotidiana?
Sergio Sinay escribe en Perfil sobre la necesidad de reencontrarnos con el respeto y la palabra sincera en una época donde los principios se mercantilizan y los compromisos se desdibujan y el transfuguismo hoy, y como siempre, es el espejo de una cultura que tantas veces prefiere el “yo gano” al “nosotros construimos” y el “ sálvese quien pueda”.
Mis amigos de utopías, con los que integro el Foro de Derecho del Trabajo desde hace más de 10 años, fundación que gestamos desde la nada con la única ilusión de aportar al mundo del trabajo, nuestro saber y energía sin interés personal alguno.
El padre Juncos, en su informe, insiste en que el diálogo solo nace de la empatía, de mirar al otro sin juzgar.
Y entonces todo encaja: la música, la política, el pensamiento, las intenciones genuinas y la fe, todo se vuelven un mismo llamado a la humanidad, a no perder el hilo que nos une.
Nada de lo que vivimos es casual ni está aislado. Todo vibra en una misma frecuencia: la de una Argentina que todavía busca reconocerse, sanar sus heridas y recuperar su voz. La que canta con Mateos, la que piensa con Sinay, la que legisla entre tensiones, la que ora en silencio, la que cree más allá de las utopías. La que, pese a todo, sigue creyendo que el dialogo sincero, la escucha atenta, el encuentro y la empatía no son solo virtudes morales, son herramientas concretas para reconstruir el tejido roto de una sociedad que, a pesar de sus heridas, sigue buscando su destino.
Cristina Azocar
Mama de Graciano y Ornella